Una
vez más. Vamos de nuevo. Ya aprendí los trucos, los señuelos, las
estrategias, los tiempos, donde están los mejores lugares para este
juego. El servidor ya tiene mis datos, ya pagué las cuotas
atrasadas, me espera la gloria misma. Tengo las claves, soy un
experto.
El
primer nivel es mera práctica, un requisito que hay que pasar si o
si. Me desenvuelvo sin problemas. No hay grandes recompensas ni nada
que perder. Pero uno se suelta un poco de todos modos. Al fin puedo
entrar en el segundo nivel, ahora si, comienza la acción, básica
por el momento. Un disparo aquí, otro allá; no ofrecen mucha
resistencia los enemigos.
El
tercer nivel tiene o suyo, es más de estrategia, ahora hay que ser
cuidadoso, llegan los refuerzos. Mis compañeros de equipo están
nerviosos, no entiendo por qué, todavía no tenemos baja alguna.
Van rodeando el edificio, buscamos posiciones estratégicas. Tenemos
que llegar al cuarto nivel como sea.
De a
poco vamos ganando ventaja, lamentablemente tenemos dos bajas, pero
los demás nos acomodamos a la situación sin mayores inconvenientes.
Tenemos lista la salida, fuego de cobertura, al fin estamos en la
ruta. Nos persiguen varios, y otros se suman. No esperaba que este
nivel sea de tal manera, pero es lo que le da emoción al juego.
La
huida es a toda velocidad, disparar así no es cosa simple pero soy
un gran tirador, un buen estratega. Estamos a punto de llegar a un
punto de control, desde ahí podemos repensar nuestra situación,
descansar un poco. Uno de los integrantes del grupo se revela, quiere
entregarse, quiere rendirse; cosa imposible porque implica la baja de
todo nuestro equipo. Le pido que no lo haga, que siga, que dependemos
de él y él de nosotros. No hay caso, apunta su arma en contra mi
avatar, tuve que desconectarlo del servidor.
Recibimos
ayuda impensada, obtenemos una ventaja enorme. Al fin termina este
duro nivel. Dos bajas más, más a quien tuve que banear, una pena.
El quinto nivel comienza tranquilo, como premio del nivel anterior,
conseguimos municiones, botiquines, medicinas. Nuestra ayuda se une a
nosotros. Estamos listos para una nueva batalla.
Pero
lo impensado suele suceder. Ahora comprendo que esa ayuda tenía su
precio. Pasamos el nivel cinco sin un rasguño, casi milagrosamente.
Pero habíamos cometido, sin saberlo, un pecado grave que debía ser
penalizado. Habíamos hackeado el servidor, modificado las leyes del
juego. Fuimos dioses un nivel.
Nuestra
ayuda, nuestros aliados resultaron ser parte del sistema, del mismo
juego. Se unieron a nosotros y nos hicieron parte de ellos. Superamos
las penalizaciones porque éramos ya uno con ese universo. Somos el
juego, la realidad ahora, lo cotidiano. Disponemos las reglas, quien
gana y quien pierde. Nuestros cuerpos humanos fueron olvidados. Somos
avatares, personajes de unos pocos bytes sin alma, bajo el arbitrio
de un gamer.
Martín
Espinoza, 17 de febrero de 2017
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