domingo, 19 de febrero de 2017

DESPEDIDA

Esa tarde fue extraña, un dejo de no sé que cosa me llenó el alma. Daba igual si llovía o no, no me importaba nada. Y como en todos los casos estaba acostado, viendo mi celular por costumbre, esperando alguna especie de milagro en la rutina.

De repente ahí estaba, me saludaba ella antes que yo. Me pregunta como estaba, si quería que nos viéramos un rato, no podía creerlo. Pero ante esa instancia del destino no dije que no, acepté sin pensar en nada, di un salto de la cama.

La esperé donde habíamos dicho, que raro un domingo. Sinceramente no me gustaba ese lugar, pero era así su deseo. No sé cuanto tiempo pasó, cuanto estuve ahí, sólo recuerdo que era de noche y ya no había nadie en la calle. Me puse en la empresa de esperar un taxi, ya resignado y burlado en mi amor propio.

Cuando veo su silueta, era como un fantasma en la oscuridad rota en partes por las luminarias. Sin dudas era ella Me acerqué despacio a su encuentro, venía caminando lento como sin ganas hacía mí. La saludé como un amigo y ella con gesto displicente me dio la mano, su suave y delicada mano.

No dio excusas ni pidió disculpas, me dijo que me tenía que decir algo importante, algo que me iba a costar creer pero que era la verdad, la realidad. Pensé que había venido borracha o bajo los efectos de algo, la noté como ida, nerviosa, dispersa. Era su cuerpo conmigo, pero su alma estaba lejos, no sé donde.

Fuimos a un barcito que ni sabía que estaba en ese lugar, no pedimos nada, no pareció importarle al mozo nuestra indiferencia. De repente toma mi mano, me mira fijo y me dice: ¿Entendés que todo esto es mentira, no? ¿Una fantasía tuya que no tiene relación alguna con la realidad? ¿Sabés quien soy?

Me quedé mudo, solté su mano, sin decir nada, atiné a hacer un gesto afirmativo con la cabeza, me levanté de mi asiento y salí de ese lugar hacia la nada. Ella tenía razón. No era ese mi mundo, no era yo parte de todo eso. No sabía siquiera su nombre, era como una idea que tenía, una musa, nada más.

La neblina me cubrió lentamente. Me desvanecí en ella como lo que era, un fantasma, en espectro confundido en un universo distinto al mío. No sé mi edad, mi nombre, ni nada de mi vida, era una fantasía suya, un amigo imaginario de su niñez. Algo que no debía existir, algo que no existía.


Martín Espinoza, 19 de febrero de 2017



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