La
noticia fue todo un evento. Ese día todo corría en su rutina. Será
por eso que no noté diferencia alguna en mi vida. Pero ahí estaba
el dilema. Para algunos la locura, para otros la vida eterna. Para mí
nada, lo mismo de siempre.
Un
error terrible en el colisionador de adrones había desatado tal
singularidad. Un bucle de tiempo espacio nos había atrapado, o
nosotros lo habíamos atrapado, quien sabe. Lo cierto es que se
repite el día en todo el mundo para acaso siempre, si es que siempre
corresponde ahora que rompimos el tiempo.
Siempre
el mismo café, la misma gente que atender, las mismas rutinas, la
misma agua, la misma camisa. La misma suerte de esa tarde. La
resurrección de cada día. Recuperar todo de un día al otro, o el
mismo día clonado era como un milagro. A veces, con los años,
escapaba de ese destino yendo por otras calles, otras me dejaba caer
en esa esquina y que pase lo que pase.
Quien
sabe, quizás mañana el bucle se termine y por fin salga en los
diarios que fui uno más en las cifras de violencia de esta ciudad.
Al menos ya no me sorprende que eso pase.
Martín
Espinoza, 22 de febrero de 2017
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