miércoles, 12 de enero de 2011

MUNDO PERFECTO (*)

Nadie consideró alguna vez las implicaturas morales de tal invención. Argumentaban, o eso decían pensar, eso vendían las multinacionales, en un mundo mejor, donde todos serían iguales, donde nadie tendría ya que verse obligado a ser esclavo del trabajo o de lo que sea.

Al comienzo no estuvo mal el concepto, las máquinas cumplían muy bien su labor de reemplazo, eran idénticos a sus originales, salvo por el código de barras que llevaban en la frente. Pero eran máquinas, no tenían derechos ni había moralidad alguna aplicada a ellas.

Pronto descubrieron muchos que otros muchos pagarían lo que sea (dentro de un pecio razonable) por obtener esas mujeres que podrían poseer literalmente como su propiedad y las cuales harían todo lo que se les pida. Nace una nueva prostitución, más limpia, más sana (ya que no eran seres humanos vectores de enfermad alguna). Nadie podría alegar mucho ya que era meros artilugios bio mecánicos sin alma, ni voluntad, sin pensamiento alguno más que su programación.

Por supuesto que hubo varios grupos que se opusieron a tales eventos, a tal nueva depravación, pero nada se podía hacer, contra esa empresa multimillonaria. Pronto hubo más “fembots” que empleados, que bio esclavos.

Se podía ser moral, pulcro, religioso y políticamente correcto con los humanos, en la familia, en los servicios religiosos, pero eso no hacía falta para nada con esas cosas. El problema es que quienes se corrompían, quienes se volvían adictos a estas máquinas eran humanos. No se puede ser moral una vez y amoral otras, la depravación es un cáncer que carcome el alma. Pasados los años, ante los hechos innegables, se decide destruir a las estas “fembots” del placer, de la denigración, pero nadie pensó lo que iba a suceder.

Seres sin alma y almas oscuras se unieron en una guerra sin cuartel que fue destruyendo poco a poco todas las estructuras de poder que había sin corromper. Existía un solo poder: el del dinero, era la nueva droga de ese siglo. Hubo quienes crearon nuevos códigos, nuevas rutinas, nuevas reglas en los cerebros electrónicos de esos seres, les dieron “alma”, voluntad, poder de decisión.

Grave error. No tenían moral alguna, pero tampoco deseo alguno, ni sentimiento humano tangible. Vieron con ojos fríos la decadencia de muchos y decidieron terminar con ellos. Al cabo de unos años el planeta era otro mundo.

Quien llegue a esta tierra sin saber la verdad pensaría que están en el mismo Olimpo ante dioses griegos, hermosos, sabios y poderosos. Pero solamente estaría ante sofisticadas máquinas, sin sentimiento alguno, sin pasión, ni pecado. Seres cuya lógica es irrefutable. Un lugar de paz, de armonía, de belleza e igualdad, donde no existe el hambre, ni la injusticia.

Por fin existía ese mundo tan anhelado. Cuyo costo nadie sabe, a nadie le importa. Un mundo muerto pero colmado del sueño de quienes fueron sus pensadores.


* (Martín Espinoza, enero de 2011)

DOS VOCES

Ana: Bueno, ya es hora. Vos sabías que esto iba a pasar. Nati: ¿Qué cosa? ¿De qué hablás? ¡Justo ahora! ¡En el peor momento! Ana: No es mi c...