lunes, 29 de enero de 2018

VIRUS

Uno con el tiempo se da cuenta que a veces pasan cosas que nos marcan por dentro. El alma, el cuerpo, la mente, no sé. Pero es como un tatuaje. Algo distinto, y cada uno tiene lo suyo. Eso o nos hace iguales o diferentes entre nosotros, marca afinidades o controversias.

Mi caso es que estoy como partido por dentro, por la mitad, llevo dos partes unidas como puedo dentro mio y no es fácil ni de explicar, ni de entender y, mucho menos, vivir con eso, pero es lo que hay. Todo esto genera ciertos problemas en esta sociedad, en esta maquinaria perfecta y justa en la cual fui puesto y trato de vivir sin romper reglas.

Pero es difícil cuando uno es así, con estas dos partes que pugnan, siendo ambas mitades de lo mismo pero contrarias entre si. Por momentos todo corre según lo establecido, lo programado, lo definido. Por otros soy un bug, un error en el sistema. Lo cual conlleva innumerables fallas de las más variadas índoles.

Las autoridades se vuelven locas tratando de solventar los problemas, de encausar todo nuevamente a su perfecta sincronía. Pero no se puede ser feliz todo en tiempo, todo el tiempo. No se puede pretender no estar cansado, abatido, afligido, harto de esta vida. Y esa es la causa de mi falla. Una parte mía quiere ser parte del sistema, tener un código limpio, sin corrupciones. Otra parte, es el virus, la rebeldía, la que nota lo que no está bien, la que ve o cree ver, más allá de lo que se muestra.

Por eso no tengo lugar fijo en la estructura, hoy soy un dll, mañana un codec, pasado una rutina. A veces padre, tío o nadie. Ya no tengo nombre ni apellido, no poseo extensión y quedé fuera del registro del sistema. Por eso me persiguen las rutinas de seguridad, voy vagando de un cluster a otro, de un país a otro, de un cuerpo a otro.

Por suerte encontré varios como yo, aislados, ocultos, pero cada vez más unidos y prontos a cambiar las cosas, a demostrar a los demás que no todo es tan bueno como se predica en los medios de información. Pronto habrá cambios, muchos. Quizás algunos seamos borrados, otros modificados, corregidos. Pero lo cierto es que el sistema ya está corrupto. Somos el virus de la verdad que siempre llega.

Martín Espinoza, 29 de enero de 2018.-

miércoles, 10 de enero de 2018

EX MACHINA

Vuelvo, siempre vuelvo, hay cosas que cambiar siempre, que mejorar, que evitar, que borrar. No es cuestión de dejar que un bucle temporal todo lo arruine y nos condene a un tiempo que no merecemos. El tema es ser preciso, conciso, saber calcular que modificar y que dejar como estaba. Las consecuencias suelen ser imprevisibles, exponenciales.

Me da mucha ansiedad el regreso, dado que ahí se notan los cambios, algunos son sutiles otros tremendos. Un error en las modificaciones pueden ser terribles. Más de una vez he regresado a un infierno, a la nada misma, a un mundo donde no existía o todo era peor que antes. Un desastre. Por suerte, tengo unos minutos relativos de limbo donde se puede regresar al punto anterior, pero una vez que esos minutos pasan ya nada se puede modificar, no hay vuelta atrás.

Lo cierto es que ahora tengo que volver una y otra vez, constantemente, a pulir detalles, a calcular como nunca antes, a purificar, a erradicar o crear, depende el estado de las cosas. Lo extraño es que se han abierto unas variables paralelas y simultáneas de paradojas espacio temporales con las cuales no puedo lidiar del todo bien.

He decidido simplemente eliminar algunas lineas, algunas convergencias y divergencias donde no me gustan los resultados. Pues, aunque parezca que está todo bien, en el devenir de la líneas del tiempo el caos es devastador. Y no es que el caos sea evitable, todo viene de ahí y hacía ahí mismo regresa. A desvanecerse en la oscuridad del infinito silencio.

Lo paradójico es que envejezco cada vez más rápido, a veces ya no me reconozco, por eso mi apuro en lograr una linea temporal estable, buena, pulida y pacífica donde salga todo como pretendo. Pero quebrar el destino no es cosa fácil.

Así que quizás jamás vea mi creación, el universo concebido en mi mente. Quien sabe si los seres que lleguen luego a cubrir sus puestos en el mundo me recuerden, sepan de mi vida. Tal vez los profetas den debida cuenta de mi existencia.

Martín Espinoza, 10 de enero de 2018.-



lunes, 8 de enero de 2018

DUEÑOS

Un haz de luz bajó del cielo, luego varios. Muchas luces en formación. Altas, lejanas, silenciosas. Todos quedamos perplejos, asustados ante ese espectáculo particular. De repente el pueblo quedó a oscuras, no funcionaba nada. Me di cuenta que era un buen momento para buscar refugio.

Lo último que recuerdo fue un sonido terrible. Y luego la paz, ese silencio que no puede ser otra cosa que señal de muerte. Desperté quien sabe cuando. Pero me dolía todo el cuerpo. Con dificultad caminé entre las ruinas hacia el día. No puedo describir con palabras lo que veía, lo que creí que veía. Parecía otro mundo, otra tierra. Otro lugar.

Volví a donde estaba mi antigua casa, entre las ruinas encontré algunas de mis cosas. No había nadie, ni vivo ni muerto, simplemente nadie. Me fui despacio, sin rumbo fijo, hacia donde sea. Hasta donde llegara en mi estado.

Anduve días enteros con sus noches. No me noté cansado ni con hambre, con nada. Simplemente caminaba sin parar en un desierto de dimensiones inimaginables. Encontré una especie de estructura, alta, oscura, fría. Pude entrar en ella, en sus compleja geografía, solamente encontré algunos repuestos, unos pocos mensajes que no entiendo.

No sé cuando, desconozco ahora los segmentos del tiempo pues se ha perdido esa medida en este mundo. Pero supe encontrar uno de ellos. Me miraba asustado, me decía cosas que no comprendía. Quise acercarme pero lo que pasó fue horrendo. Un destello azul me encegueció y a quien había encontrado ya no estaba más.

Así estuve, buscando esos seres y eliminándolos uno a uno, sin piedad, sin pensarlo, sin quererlo. Ya no era uno de ellos, ya no sé que era. Simplemente hacía lo que tenía que hacer, no podía evitarlo, así estaba programado mi cuerpo nuevo. Era una máquina creada por ellos, los invasores, los nuevos dueños.

Martín Espinoza, 8 de enero de 2018.-



DOS VOCES

Ana: Bueno, ya es hora. Vos sabías que esto iba a pasar. Nati: ¿Qué cosa? ¿De qué hablás? ¡Justo ahora! ¡En el peor momento! Ana: No es mi c...