sábado, 31 de marzo de 2018

VIGÍA


Para esa época ya no recordaba nada, mis pensamientos, la noción del mundo que poseía era totalmente pura, había sido renovada. Todo era novedoso, las calles, las caras, las miradas atónitas de algunas personas me llamaban la atención pero no les daba importancia.

Un día cualquiera llaman a mi puerta, ahí estaba ella, salta a mí, me abraza, me acaricia la frente, me besa, me dice que todo este tiempo fue un infierno al no saber donde había ido. La quedo mirando, sin decir nada, no sabía que decirlo, o como decirle que no sabía quien era ella, quizás fue un error y fue programada para recordar a otra persona y no a mí, de ninguna manera.

Me mira fijo, directo a los ojos, llora y se aleja sin decir palabra, yo cierro la puerta y vuelvo a mi rutina. Me queda una sensación misteriosa que no alcanzo a procesar y pienso que, siendo muy raro que eso suceda, a veces los maestros fallan o algún subordinado no ha comprendido sus directivas. Pero ella, esa mirada, esa boca, su perfume.

No sé cuanto pasó de todo esto, en esta nueva vida pierdo siempre la noción del tiempo, las horas dicen días, los días segundos y los años son momentos. Lo cierto es que ya no salgo más a la calle, me quedo conectado a todo en mi habitación y de ahí la observo.

Tiene una vida extraña, lucha contra las máquinas con un grupo de amigos o compañeros, sabotea sistemas. Siempre está sola y de vez en cuando pasa por casa, pero no entra, se queda afuera y se va como siempre. La ayudo como puedo, desde lejos, sabiendo que es lo único que puedo hacer por ella. Amarla no sé, no recuerdo lo que es eso, ni estoy preparado para tal tarea.

Haber sido resucitado en un cuerpo sintético con una copia de seguridad de mis pensamientos no ha salido como se esperaba. Soy funcional al sistema, puedo con mi trabajo mejor que antes pero soy otro, algo que tiene aspecto humano, algunos vagos recuerdos pero carezco de empata, de sentimientos. Sólo ella me recuerda esa humanidad perdida y por eso no la denuncio, siendo esta mi función, siendo un vigía cuido de ella.

Martín Espinoza, 31 de marzo de 2018.-


sábado, 3 de marzo de 2018

BORROSO


No van a creerme pero no estoy casi en este mundo. Me desvanezco, me vuelvo borroso, incierto. Es ahí cuando todo lo veo, todo lo comprendo, todo lo puedo. Lo relativo de todo se muestra de una manera tangible, casi puedo sentir el tiempo en mis manos, en mis huesos.

La veo a ella, siempre ella, desde otra perspectiva y puedo entender lo que le pasa, lo que piensa, por qué actúa de esa y no de otra manera. Y los veo a todos y siento lo mismo, y me veo a mí mismo, mas joven, más viejo, y también me doy cuenta de errores y aciertos, de estadios y cosas, de malos y buenos pensamientos.

Pero cuesta recordar todo, es mucha información no procesable por medios normales, por el simple desliz del pensamiento racional. Así que llevo conmigo como impresiones, como fotografías borrosas de todo eso, de todo lo que tuve en un instante. Un momento.

Así transito los días, la vida con fotos amarillas en mis manos cansinas. Ante mi mala vista todo parece un enigma, un laberinto extraño donde no existe Ariadna alguna que me ayude a salir con su hilo de roja lana. A decir verdad, cada tanto regreso a ese estado para renovar imágenes, para verte y contemplarte, para que sea más amable este mundo de imprecisiones.

Cada vez más seguido persigo el abismo de los dioses bajo el riesgo mismo de ser golpeado por ese rayo de locura o extrema cordura que tanto hiere (cuanta razón tiene Rilke). Soy borroso, casi invisible, deambulo por las calles, pero veo ese otro mundo, borroso pero cierto, mucho más real que el reflejo que llamamos mundo. Universo.

Martín Espinoza, 03 de marzo de 2018.-




DOS VOCES

Ana: Bueno, ya es hora. Vos sabías que esto iba a pasar. Nati: ¿Qué cosa? ¿De qué hablás? ¡Justo ahora! ¡En el peor momento! Ana: No es mi c...