sábado, 3 de marzo de 2018

BORROSO


No van a creerme pero no estoy casi en este mundo. Me desvanezco, me vuelvo borroso, incierto. Es ahí cuando todo lo veo, todo lo comprendo, todo lo puedo. Lo relativo de todo se muestra de una manera tangible, casi puedo sentir el tiempo en mis manos, en mis huesos.

La veo a ella, siempre ella, desde otra perspectiva y puedo entender lo que le pasa, lo que piensa, por qué actúa de esa y no de otra manera. Y los veo a todos y siento lo mismo, y me veo a mí mismo, mas joven, más viejo, y también me doy cuenta de errores y aciertos, de estadios y cosas, de malos y buenos pensamientos.

Pero cuesta recordar todo, es mucha información no procesable por medios normales, por el simple desliz del pensamiento racional. Así que llevo conmigo como impresiones, como fotografías borrosas de todo eso, de todo lo que tuve en un instante. Un momento.

Así transito los días, la vida con fotos amarillas en mis manos cansinas. Ante mi mala vista todo parece un enigma, un laberinto extraño donde no existe Ariadna alguna que me ayude a salir con su hilo de roja lana. A decir verdad, cada tanto regreso a ese estado para renovar imágenes, para verte y contemplarte, para que sea más amable este mundo de imprecisiones.

Cada vez más seguido persigo el abismo de los dioses bajo el riesgo mismo de ser golpeado por ese rayo de locura o extrema cordura que tanto hiere (cuanta razón tiene Rilke). Soy borroso, casi invisible, deambulo por las calles, pero veo ese otro mundo, borroso pero cierto, mucho más real que el reflejo que llamamos mundo. Universo.

Martín Espinoza, 03 de marzo de 2018.-




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