Creo que he roto el tiempo. De alguna manera los días se repiten y no es por la rutina. Algo ha cambiado en este universo, o por lo menos en este planeta. Lo cierto es que el mismo sol me baña de luz la cara las mismas tardes cuando salgo a caminar sin rumbo por las calles desiertas de sombras y frías circunstancias.
Miro las ventanas, las puertas altas de todas las casas, de los edificios, las avenidas donde cruzo con prisa por las dudas y la misma costumbre de que lleguen con furia los camiones. Pero está todo tan tranquilo que hasta me puedo quedar dormido en los canteros del medio.
La luna es un misterio de estrellas que dan vuelta en el mismo cielo que se repite dibujado en la realidad y mis sueños. Y creo que todo es apenas eso. Un estado de la conciencia, un espacio del recuerdo que me ha quedado en las manos de lo que ha sido mi cuerpo.
Lo cierto es que la eternidad es esto. Un día perpetuo en la soledad de sabernos perdidos sin llegar nunca a destino pues ya no hay caminos si no sendas y espejos cuales paisajes de un lejano recuerdo de algo que hemos sido y que de a poco perdemos.
Martín Espinoza, 15 de agosto de 2022
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