Me pasó ya con varios compañeros de trabajo. Trato de disimular, de seguir como si nada, pero tengo miedo de que ocurra, o incluso ya me haya pasado, esa mutación sin haberme dado cuenta jamás de semejante cosa. Lo digo porque los nuevos extraños siguen con sus cosas como antes, cuando eran otros, y los demás no parecen darse cuenta. O también se han dado cuenta y simulan, como yo, ante un extraño, un irreal miedo de que algo terrible nos pase.
Lo fatídico de todo esto es que al regresar una tarde del trabajo me recibe otra mujer, no era ella. La de siempre, la que amaba y me amaba. Quedé horrorizado y mudo ante esa nueva persona que estaba delante mío en su escritorio. Me mira y me dice: “¿Qué te pasa? - ¿Por qué esa mirada?” Simplemente le dije que estaba cansado, que había tenido un pésimo día y sólo quería descansar. A lo que ella me repica: “Andá a bañarte y vestite que se nos va a hacer tarde”.
Mudo seguí sus indicaciones, no sabía a dónde debíamos ir, para qué o por qué. Lo cierto es que ella también se había vestido de gala y me esperaba impacientemente. No sabía que decirle, no sabía como tratarla, no la conocía, no era ella.
En el auto me mira fijo y me dice: ”No sé quien sos, perdoname pero hoy cuando te fuiste eras otro”. Frené de golpe en medio de la ruta, a los gritos el chofer de un micro nos insultó con todo su arsenal de malas palabras. Estacioné como pude en la banquina, ella se baja, sale corriendo, yo detrás suyo pidiendo explicaciones mientras me quedaba sin aliento.
“¡Dejame en paz! ¡No sé quien carajo sos! ¿Por qué me hacés esto?” Decía entre lágrimas ya cansada de correr también. “No sé quien soy, creía hasta recién que era el de siempre, quien amaste desde el primer día de habernos conocido, y vos también sos otra. ¡No te conozco!” Ella se calma, parece más sorprendida que yo y comienza a reírse.
Seca sus lágrimas con un pañuelo de seda oscuro y dice: “Dale, volvamos a casa. No vayamos a ese evento aburrido. Quiero que nos conozcamos y hablemos de esta locura que pasa en el mundo” Asentí con la cabeza. Subimos al auto, viajamos sin decirnos una palabra, llegamos y ahí si hablamos horas. Tomamos algo y nos fuimos juntos a la cama.
“Tal vez mañana seamos otros nuevamente. Así que disfrutemos de nuestras nuevas compañías. Un gusto conocerte” Le dije y ella sonrió radiante, como la otra, y creo que yo también la mire como a quien conocía antes de mí.
Martín Espinoza, 01 de agosto de 2021
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