No me había dado cuenta antes pero hace ya mucho tiempo que no siento nada. No sufro, no estoy feliz, pero tampoco mal o deprimido, o cansado o lo que sea. Lo cierto es que pasa el tiempo cada vez más rápido. Cada día es la anécdota de un recuerdo que queda en nosotros. Un comentario con desconocidos de que se pasa la vida sin darnos cuenta.
No quiero a nadie y no me quieren tampoco, eso me consuela. Sin amigos, pero también sin enemigos, sin vínculos con nadie duermo más tranquilo. Al menos sigo la rutina de las actividades de las cuales estoy pendiente, son mi trabajo, disfrute y condena.
Lo que que me llama la atención es que cada vez duermo más, cada vez me cuesta más estar despierto en este mundo “real”. Este mundo que cada vez me pesa menos, me molesta y soporto poco y casi nada. Vivo con los hechos soñados, atando cabos para interpretar todo lo que pasa en ese lado de la realidad. En ese mundo siento y amo, tengo proyectos y conozco cada lugar, cada espacio es mío.
A veces y siento que en este mismo momento donde escribo este texto estoy un poco en cada universo. La poesía, los relatos son un nexo entre mundos paralelos y puedo elegir de que lado ser quien soy y de que lado ser un ente que cumple su rutina por el mero hecho de satisfacer necesidades.
Así que desde este momento voy a vivir de ese otro lado, en ese otro lugar, en ese espacio tiempo acaso similar y a su vez tan distinto donde mi alma tiene un cuerpo y ese cuerpo está vivo, tiene sentimientos y hasta un nombre que descubriré en algún momento.
Martín Espinoza, 05 de agosto de 2021
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