domingo, 19 de noviembre de 2017

IN TEMPORE

No puedo decir que antes hubo tiempo pues ya no hay antes, ni ahora, ni después. Todo pasa a la misma vez, principio y fin, alfa y omega de todo es uno mismo. Matamos el tiempo, terminamos con esa dimensión que nos tenía prisioneros. Aunque debo confesar que todo fue un mero accidente; un día de pruebas en nuestro colisionador. Nadie esperaba que pasara semejante cosa. Todos los cálculos eran perfectos, o eso pensamos.

Es un caos tremendo, se rompen todas las leyes cuánticas del espacio tiempo de las cuales no sabemos nada y sabemos todo. Es una cuestión de ilógica sin precedentes (tampoco debe existir más esa palabra).

Lo cierto es que después de ese evento al poco tiempo (valga la ironía) notamos con horror que el tiempo ya no era una constante en este universo, al menos en este mundo, al menos para nosotros. Bastaba apenas cerrar los ojos, pestañear para cambiar de época. A veces podía ser un segundo antes, diez días antes o después. Hasta que definitivamente perdimos la noción temporal de todo pues podríamos ir a parar a un pasado que jamás había sucedido o si, pero a ese nosotros que viajaba, o nosotros íbamos a parar a un presente que no era el nuestro, o si. Ya no sabemos cuantos nosotros existen, hay miles y cada vez somos más. Versiones nuestras de tiempos diversos, con historias diversas. Gemelos del tiempo muy distintos los unos de los otros.

Y quien diga que no pueden coexistir varios seres siendo uno pues uno destruiría al otro en una especie de desintegración milagrosa se equivoca totalmente. Prueba de esto es que en mi casa somos siete yo, siete seres tan distintos que nos llevamos bien y a veces muy mal. No lo soporto, no me soporto.

Hubo varios intentos de marchas de protesta en contra de semejante aberración cronológica pero ninguna prosperó. De repente desaparecían sus integrantes y al rato aparecían de nuevo con ideas distintas o aducían que ya a esa marcha la habían realizado más de un millón de veces. Lo bueno, por llamarlo de alguna manera, de todo esto que es no pareciera haber bucles, repeticiones ab infinitum de un evento.

O si, en este mundo actual todo puede pasar y nada a su vez. Cambia la sociedad, el clima, la misma forma de la materia en un instante o simplemente esta todo ahí, pero no podemos notarlo, vemos partes sueltas de un todo separado pero unido de maneras que no podemos explicar pues (al menos quien ahora escribe esto) somos prisioneros del espacio-tiempo en donde fuimos forjados antes de haber sido lanzados a este caos.

Sin embargo hay algo que realmente nos une a todos: es la preocupación por algo que nos aterra por igual. De repente aparecen y desaparecen del cielo otros soles (este mismo sol diferente), otras tierras (esta misma tierra diferente). Las consecuencias han sido terribles. Ahora (perdón, es una costumbre el uso de esa palabra) nos acercamos a nosotros mismos en una colisión en apariencia inminente. Otra tierra, otro sol ocupando el mismo espacio es un dislate cósmico colosal. Y parece que cada vez esta rotura de las barreras en las branas de los demás tiempos paralelos se va rompiendo a niveles no ya de este sistema solar, si no la misma galaxia y seguramente de este mismo universo.

La paradoja es que sabemos lo que va a pasar y no va a pasar a su vez. Siendo que ya no existe ni ayer, ni a su vez, ni a la vez, ni recién. Existimos y no existimos, o nunca fuimos creados. Hay miles de soles diversos que es nuestro sol y ninguno, lo mismo pasa con el planeta y los demás planetas de este sistema solar o de los diversos sistemas solares similares que coexisten en el mismo espacio. Será cuestión de acomodarse.

Martín Espinoza, 19 de noviembre de 2017.-


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