domingo, 7 de octubre de 2018

BOTS


Me levanto como cada día, agobiado por la rutina, añorando la siesta, el fin de semana, las vacaciones para no hacer nada, no ver a nadie, leer y escribir como me gusta. La mañana pasa rápido soportando las horas hasta la salida. La siesta, luego la vida.

La cosa es que todo pasa rápido, demasiado. De un tiempo a esta parte, precisamente el tiempo es más breve, más corto en su duración. Todo sucede muy rápido. Este mismo año se está yendo y todavía no me acostumbro a escribir “2018”.

Por eso mismo noto que algo no anda bien en esta realidad que pensamos verdad, con un tiempo fijo y una sucesión azarosa de hechos. Algo se quebró en la lógica, en la programación de este universo. Por momentos siento que todo se ha detenido una cantidad inmensa de siglos, para seguir luego donde habíamos quedado antes de nuestro “stand by”.

Nadie se da cuenta de que estamos más viejos, que todo ha cambiado de alguna manera y no son las mismas estrellas las del cielo que vemos. Nadie nota que se acelera todo y por eso mismo se detiene a modo de equilibrio, de evitar el fin de esta esfera en la cual estamos.

Por eso cada vez permanecemos apagados más tiempo y eso trae sus consecuencias, aunque se evite la falla general en esta simulación no creo que los reinicios sean infinitos. Tarde o temprano simplemente seremos incapaces de volver a encender, de activarnos.

Ese será el mismo fin de todo, sin darnos cuenta de nada, pensando que todo es serio, que la vida es rutina y obligaciones cuando somos apenas unos pocos megas en una extraña máquina de la cual nunca sabremos nada.

Martín Espinoza, 07 de octubre de 2018.-


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