lunes, 8 de septiembre de 2014

DOLOR

El dolor es parte de la vida. Nunca transitaremos este camino sin él. A lo largo de mi vida he aprendido que el dolor, los hechos dolorosos que nos suceden a su tiempo redundan en crecimiento.

Crecemos, gracias al dolor como hombres, por una cuestión, podría decir, de supervivencia, ya que si uno no crece para superar cualquier momento adverso, si no encuentra un incentivo para superar y superarse ante cualquier contrariedad, ésta se vuelve inmensa, infinita, nos absorbe, nos asfixia, nos mata.

Cada año que pasa, cada dolor, cada alegría, cada noche y día, no es sólo tiempo que transcurre, es experiencia. Todo lo bueno exige cierta cuota de sacrificio ¿No es buena la vida cómo para sacrificarse por ella? Dios está con nosotros para ayudarnos, para que carguemos nuestra cruz con él, por él, junto a él.

Cada lágrima derramada vale la pena, porque la tristeza es un sentimiento que Dios nos ha dado en su infinita sabiduría, debemos aprender a sacar provecho de ella pero sin dejarnos avasallar ¡Hay que seguir nuestro camino!!! ¡Enfrentarse cada día con el mundo!! Pero esto no es una guerra, nuestro enfrentamiento no debe ser negativo, una especie de revancha ante todos, contra todos.

No... nuestro camino debe ser transitado con ayuda de los demás, como hermanos, juntos, debemos compartir todo, nuestras alegrías y tristezas. Reconozco que hay cosas que uno debe reservarse para si, pero no es bueno callarse todo, intentar cargar todo, Dios está a nuestro lado, pero necesitamos de nuestros amigos, de nuestros seres queridos, pensemos que en ellos -mediante ellos- puede obrar Cristo, no conocemos por "casualidad" a nadie, esto es algo que siento íntimamente, en el plan perfecto de nuestro Padre, nada es al azar.

Si bien no todo es dolor en la vida, sino que existen momentos hermosos, dignos de ser vividos, vivenciados, guardados en nuestro corazón, en nuestra alma. El dolor puede llegar en cualquier momento y ahí es donde todo lo bueno que hemos tenido anteriormente nos debe ayudar, cada recuerdo, cada sonrisa guardada en nuestra memoria nos debe servir de apoyo ante la adversidad. Todo forma parte de nuestro legado en este mundo, porque lo que aprendamos es lo único que realmente dejaremos a nuestros hijos, a nuestros amigos.

Somos lo que hemos vivido, cada evento nos marca para siempre, pero positivamente. Obviamente que nada es fácil, que siempre estaremos exigidos al límite de nuestras capacidades, ya todos sabemos que Dios nunca nos va a dar una cruz que él sepa no podremos cargar.

¡Gracias a Dios por el dolor!! ¡Por nuestra cruz cotidiana!! ¡Por cada alegría, por cada tristeza!! Porque nos hace fuertes, nos hace sabios.

Quizás algunos no entiendan estas palabras, sientan que esto que digo sea una locura digna de un masoquista. Les digo que no, nada de eso. Que es algo que aprendí empíricamente transitando el camino de mis días, de mi vida. Y me siento feliz de vivir, de creer en Cristo, de haber puesto en sus manos mi vida, mis penas, mis alegrías.

Ya nunca más me sentiré solo sintiendo que nada importa, que nada vale, que sería mejor no haber nacido ¿Para qué? ¿Para sufrir? ¿Y la felicidad? Todo eso me lo he planteado antes, todo eso lo he sentido, me dejé llevar por la tristeza, por el odio hacia todo y todos, me destruía y destruía a los demás ¿Ese no es camino que quiere que sigamos el demonio? ¿Acaso no quiere vernos destruidos, abatidos? ¡La mejor creación de Dios!!

Pensemos que todo pensamiento negativo, toda angustia, toda la tristeza que nos abate, que nos "tira abajo", que nos paraliza no es de Dios. Porque él solamente quiere nuestro bien, nuestra salvación.

Pongámonos una meta: vivir, simplemente y esforzadamente, ¡¡VIVIR!! A pesar de todo, siempre existe una luz, una esperanza, tenemos la capacidad de adaptarnos a todo, de superarlo todo, pero jamás solos, con nuestra fe, nuestra voluntad, la ayuda de quienes nos quieren. Todo depende del amor.

Todo pasará, el tiempo siempre corre, pero que no sea inútilmente, depende de nosotros que cada paso, cada triunfo, cada caída, forme parte de nuestra experiencia, de nuestro aprendizaje, de nuestra maduración mental, afectiva, espiritual.


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