El dolor es parte de la vida.
Nunca transitaremos este camino sin él. A lo largo de mi vida he
aprendido que el dolor, los hechos dolorosos que nos suceden a su
tiempo redundan en crecimiento.
Crecemos, gracias al dolor
como hombres, por una cuestión, podría decir, de supervivencia, ya
que si uno no crece para superar cualquier momento adverso, si no
encuentra un incentivo para superar y superarse ante cualquier
contrariedad, ésta se vuelve inmensa, infinita, nos absorbe, nos
asfixia, nos mata.
Cada año que pasa, cada
dolor, cada alegría, cada noche y día, no es sólo tiempo que
transcurre, es experiencia. Todo lo bueno exige cierta cuota de
sacrificio ¿No es buena la vida cómo para sacrificarse por ella?
Dios está con nosotros para ayudarnos, para que carguemos nuestra
cruz con él, por él, junto a él.
Cada lágrima derramada vale
la pena, porque la tristeza es un sentimiento que Dios nos ha dado en
su infinita sabiduría, debemos aprender a sacar provecho de ella
pero sin dejarnos avasallar ¡Hay que seguir nuestro camino!!!
¡Enfrentarse cada día con el mundo!! Pero esto no es una guerra,
nuestro enfrentamiento no debe ser negativo, una especie de revancha
ante todos, contra todos.
No... nuestro camino debe ser
transitado con ayuda de los demás, como hermanos, juntos, debemos
compartir todo, nuestras alegrías y tristezas. Reconozco que hay
cosas que uno debe reservarse para si, pero no es bueno callarse
todo, intentar cargar todo, Dios está a nuestro lado, pero
necesitamos de nuestros amigos, de nuestros seres queridos, pensemos
que en ellos -mediante ellos- puede obrar Cristo, no conocemos por
"casualidad" a nadie, esto es algo que siento íntimamente,
en el plan perfecto de nuestro Padre, nada es al azar.
Si bien no todo es dolor en la
vida, sino que existen momentos hermosos, dignos de ser vividos,
vivenciados, guardados en nuestro corazón, en nuestra alma. El dolor
puede llegar en cualquier momento y ahí es donde todo lo bueno que
hemos tenido anteriormente nos debe ayudar, cada recuerdo, cada
sonrisa guardada en nuestra memoria nos debe servir de apoyo ante la
adversidad. Todo forma parte de nuestro legado en este mundo, porque
lo que aprendamos es lo único que realmente dejaremos a nuestros
hijos, a nuestros amigos.
Somos lo que hemos vivido,
cada evento nos marca para siempre, pero positivamente. Obviamente
que nada es fácil, que siempre estaremos exigidos al límite de
nuestras capacidades, ya todos sabemos que Dios nunca nos va a dar
una cruz que él sepa no podremos cargar.
¡Gracias a Dios por el
dolor!! ¡Por nuestra cruz cotidiana!! ¡Por cada alegría, por cada
tristeza!! Porque nos hace fuertes, nos hace sabios.
Quizás algunos no entiendan
estas palabras, sientan que esto que digo sea una locura digna de un
masoquista. Les digo que no, nada de eso. Que es algo que aprendí
empíricamente transitando el camino de mis días, de mi vida. Y me
siento feliz de vivir, de creer en Cristo, de haber puesto en sus
manos mi vida, mis penas, mis alegrías.
Ya nunca más me sentiré solo
sintiendo que nada importa, que nada vale, que sería mejor no haber
nacido ¿Para qué? ¿Para sufrir? ¿Y la felicidad? Todo eso me lo
he planteado antes, todo eso lo he sentido, me dejé llevar por la
tristeza, por el odio hacia todo y todos, me destruía y destruía a
los demás ¿Ese no es camino que quiere que sigamos el demonio?
¿Acaso no quiere vernos destruidos, abatidos? ¡La mejor creación
de Dios!!
Pensemos que todo pensamiento
negativo, toda angustia, toda la tristeza que nos abate, que nos
"tira abajo", que nos paraliza no es de Dios. Porque él
solamente quiere nuestro bien, nuestra salvación.
Pongámonos una meta: vivir,
simplemente y esforzadamente, ¡¡VIVIR!! A pesar de todo, siempre
existe una luz, una esperanza, tenemos la capacidad de adaptarnos a
todo, de superarlo todo, pero jamás solos, con nuestra fe, nuestra
voluntad, la ayuda de quienes nos quieren. Todo depende del amor.
Todo pasará, el tiempo
siempre corre, pero que no sea inútilmente, depende de nosotros que
cada paso, cada triunfo, cada caída, forme parte de nuestra
experiencia, de nuestro aprendizaje, de nuestra maduración mental,
afectiva, espiritual.
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