lunes, 18 de septiembre de 2023

DOS VOCES

Ana: Bueno, ya es hora. Vos sabías que esto iba a pasar.

Nati: ¿Qué cosa? ¿De qué hablás? ¡Justo ahora! ¡En el peor momento!

Ana: No es mi culpa que no lo hayas pensado antes, que no la hayas meditado, hablado con alguien más. Vos siempre fuiste así, escondés las cosas de vos misma para hundirlas en las sombras, en la nada. 

Nati: ¿La nada? ¿Querés que te diga lo que es la nada? ¡Vos sos esa maldita nada! Esa ausencia oscura de una persona a la que no le importa nada más que vos misma. En tu mundo, en tus ideas, en tu rutina. ¿Me conocés realmente? ¡No! Soy una idea tuya que tenés de alguien que nunca fui yo.
 

Ana: Pensaba que me comprendías, que estabas conmigo por amor, porque éramos almas gemelas o no sé, algo especial dentro de lo mediocre que es todo. Y si te imaginé, si te pensé así es para que seas parte mía, mi compañía, mi confidente. 

Nati: ¿Vos te estás escuchando? ¿Te das cuenta de lo que sos? ¡Un dios sin alma, que no sabe amar, ni crear! Sólo destruir y volver a inventar a tu conveniencia.
Ana: No sé, ya me lo habías dicho en otras vidas, en otras versiones tuyas. Siempre fuiste así y siempre te creo así en mi cabeza. Tal vez te necesite y también necesite olvidarte, destruirte. 

Nati: Hacé lo que quieras, soy vos misma en tu locura, en tu esquizofrenia sin remedio. Pero ¿Sabés algo? Esta vez muero de verdad. Esta vez desaparezco en serio, ya vas a ver. Lo vas a lamentar y no vas a poder hacer nada. 

Ana: No digas las cosas en voz alta que la gente nos mira, nos juzga, me juzga y se ríe, se burla. Para eso existís, para recordarme que soy distinta. Sos mi bendición y castigo. Mi muerte y vida.

                                                                                   

                                                                                     Martín Espinoza, 18-09-2023

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