domingo, 19 de abril de 2020

EN CASA


Tengo miedo de salir, de ver a la gente, de tratar con ella. De desnudar el alma a la luz del sol de las verdades que existen ahí afuera. Me quema la piel, me arde la sangre y no hay barbijo que cubra el simple hecho de que a veces suelo ser cobarde.

De todos modos salgo de mi casa, enfrento la calle, me sumo a la rutina por mera obligación laboral. Esa especie de dádiva sumisa que uno tiene con su tiempo, con su vida cuando recibe una paga a cambio. Siento que prostituí unas horas diarias de mi vida para poder comer. Aunque digan que debo ser más agradecido por tener trabajo pues para vivir esta vida hay que ceder parte de la misma. Extraña paradoja.

A pesar de mi edad no maduro, no cambio, me cuesta darme cuenta de lo que pasa, lo que les pasa a los demás a mí mismo. Por momentos me sorprendo del tiempo que ha pasado y me pregunto cómo llegué hasta acá, a este pedazo del espacio tiempo. Debe ser alguna especie de magia misteriosa que me mantiene en este mundo, en este universo.

Tengo mi mascara diaria para cubrirme la cara de tantas miradas y palabras. De ese virus que nos azota a todos, nos golpea invisible y se llama nostalgia. De un tiempo que pasó, una historia quebrada, un amor que no existe o fue una tragedia que el tiempo deja lejos y el recuerdo cada vez más cerca.

Por eso prefiero quedarme en casa, a salvo de todos, de mí mismo, salvar al mundo de mi presencia aunque nadie se de cuenta que me escondo en las apariencias, en la mueca de una sonrisa que no se nota pero que dibujo por si acaso el alma se ufana y brilla apenas cual destello en la fría mañana.

Martín Espinoza, 19 de abril de 2020

domingo, 12 de abril de 2020

PANDEMIA


Nadie lo vio venir nunca, de ninguna parte, de ningún lugar. Aunque dicen que ya algo se sabía, la verdad es que se les escapó de las manos a los más poderosos y, por ende, mezquinos y egoístas del mundo. Aquellos que juegan a ser dioses y no les importa la vida de nadie.

Ataca en silencio, es invisible, cuando te das cuentas ya sos su víctima. Pocos se salvan, pocos se curan, pocos sobreviven. Y los países más fuertes, por ende, lo más poderosos en armas y locos con alto entrenamiento militar no saben que hacer,. Caen uno tras otros sus habitantes al creer que son inmunes pues son parte de la gran patria que todo lo puede.

Nunca se hartaron de avasallar a las demás naciones, de imponer sus ideologías, sus métodos comerciales, sus creencias de mercado, su dios macabro que es el dinero, esa mentira que muchos idolatran. Pero ahora están aterrados, sus armas tan poderosas no sirven de nada, sus mercenarios asesinos son inútiles. Sus discursos políticos nulos ante lo que pasa. Tiene el que paga y paga el que tiene, es así la cosa, es así su realidad, ahora son víctimas de su propia mezquindad.

Y acá nosotros, de este lado del mundo. Encerrados, guardados, tal vez a salvo de la peste. Nos cuidamos entre todos pues no nos cuida nadie. Nos salvamos entre todos pues no nos salva nadie. Es así de simple. Pero hay monstruos que no piensan en nada, salvo en obtener ganancias, que quieren romper la cuarentena a toda costa para, al costo de la vida de muchos, puedan seguir facturando y llenado sus bolsillos de monedas inmundas de desprecio y liviandad.

Lo que no comprendo es que haya algunos pobres necios que apoyen a sus verdugos, a quienes no les interesa un poco su vida. Es un síndrome peligroso que se apodera de la cabeza de quienes creen que la vida es trabajo, que la identidad pasa por lo que se hace, que es alguien quien gana algo, quien gana dinero. Tanto tienes tanto vales han de decir al mirarse en el sucio espejo de su conciencia. Y eso es algo peor que el virus que nos ataca.

No sé cuando va a terminar esto, cuanto va a durar la tragedia, ni sus consecuencias. Lo que es seguro es que de esto nadie aprenda nada. Van a decir ciertas cosas endulzadas un tiempo breve, mientras les dura el susto, pero van a seguir, vamos a seguir igual que siempre. Espero que la próxima pandemia nos encuentre mejor preparados no económicamente si no emocionalmente evolucionados. Espiritualmente si es que eso existe. Quiero tener alguna esperanza.

Martín Espinoza, 12 de abril de 2020


jueves, 2 de abril de 2020

BESTIAS HUMANAS


La noche es cerrada, fría, sin nadie en la calle. Hasta que de repente a lo lejos y, poco a poco más cerca, escucho los sonidos de golpes metálicos sin alma, con bronca. Gritos de animales furiosos exigiendo a su mala manera algo que no alcancé a comprender. Sombras ocultas en la profundidad de la noche, cobardes y egoístas. Inhumanas.

Alarmado ante semejante espectáculo dantesco cierro las ventanas y me centro en mis ideas, en tratar de razonar, de pensar y meditar que defienden quienes defienden lo indefendible. ¿Será acaso exponer su propia miseria, su mala persona, su cobardía? ¿Cómo es posible que ante un momento tan grave para toda la humanidad simplemente esta clase de seres estén a favor de quienes siempre nos robaron?

Sinceramente no vale la pena discutir con nadie acerca de esto que pasa, porque están tan alienados en su basura que lo que se consigue es sólo una discusión, una pelea absurda con alguien que jamás ha entendido ni entenderá de razón, de argumentos. No están creados para pensar por sí mismos. Sus cabezas son copas vacías que se llenan de mierda nueva cada día, según la necesidad de quienes los manejan, de quienes les dictan que y como pensar, sentir y actuar.

Son los mismos que no tienen problema alguno en no respetar nada, en quejarse siempre de lo que sea, en defender locuras, aberraciones, injusticias. Traicioneros desde la cuna son la razón por la cual no se crece como sociedad, como un todo. Atrasan el mundo entero, lo destruyen, lo agravian con su estupidez maligna. Y no se cansan de ser así, al contrario, se esmeran por superarse, por ser cada vez un poco peores.

Tal vez algunos estén confundidos, sus almas veladas por alguna sombra que les impide ver la verdad, entender la realidad de las cosas. En el fondo tengo esa esperanza. Sería horrible que existan esos monstruos que demuestran ser en lo cotidiano, en ese negar la mano al prójimo para cerrarse en su propio nefasto y rabioso odio.

Martín Espinoza, 02 de abril de 2020

RE INICIO

Despertó un día de esos extraños donde no se sabe bien que hora es. El cielo gris no dejaba ver el sol que con su difusa luz parecía no esta...