Uno
con el tiempo se da cuenta que a veces pasan cosas que nos marcan por
dentro. El alma, el cuerpo, la mente, no sé. Pero es como un
tatuaje. Algo distinto, y cada uno tiene lo suyo. Eso o nos hace
iguales o diferentes entre nosotros, marca afinidades o
controversias.
Mi
caso es que estoy como partido por dentro, por la mitad, llevo dos
partes unidas como puedo dentro mio y no es fácil ni de explicar, ni
de entender y, mucho menos, vivir con eso, pero es lo que hay. Todo
esto genera ciertos problemas en esta sociedad, en esta maquinaria
perfecta y justa en la cual fui puesto y trato de vivir sin romper
reglas.
Pero
es difícil cuando uno es así, con estas dos partes que pugnan,
siendo ambas mitades de lo mismo pero contrarias entre si. Por
momentos todo corre según lo establecido, lo programado, lo
definido. Por otros soy un bug, un error en el sistema. Lo
cual conlleva innumerables fallas de las más variadas índoles.
Las
autoridades se vuelven locas tratando de solventar los problemas, de
encausar todo nuevamente a su perfecta sincronía. Pero no se puede
ser feliz todo en tiempo, todo el tiempo. No se puede pretender no
estar cansado, abatido, afligido, harto de esta vida. Y esa es la
causa de mi falla. Una parte mía quiere ser parte del sistema, tener
un código limpio, sin corrupciones. Otra parte, es el virus, la
rebeldía, la que nota lo que no está bien, la que ve o cree ver,
más allá de lo que se muestra.
Por
eso no tengo lugar fijo en la estructura, hoy soy un dll,
mañana un codec, pasado una rutina. A veces padre, tío o
nadie. Ya no tengo nombre ni apellido, no poseo extensión y quedé
fuera del registro del sistema. Por eso me persiguen las rutinas de
seguridad, voy vagando de un cluster a otro, de un país a
otro, de un cuerpo a otro.
Por
suerte encontré varios como yo, aislados, ocultos, pero cada vez más
unidos y prontos a cambiar las cosas, a demostrar a los demás que no
todo es tan bueno como se predica en los medios de información.
Pronto habrá cambios, muchos. Quizás algunos seamos borrados, otros
modificados, corregidos. Pero lo cierto es que el sistema ya está
corrupto. Somos el virus de la verdad que siempre llega.
Martín
Espinoza, 29 de enero de 2018.-