Era un día como todos dentro de la rutina clásica de la semana. No
pasaba nada fuera de lo normal hasta ese momento exacto. Lo extraño
es que me di cuenta horas más tarde cuando note el cambio de nombre
en unas calles. La dirección variaba en una avenida, eso me
desconcertó. No podía haber sido un cambio rápido dada toda la
infraestructura necesaria para semejante cambio de mano. Además, a
la mañana temprano no iba al norte, corría al sur, como siempre.
Seguí
mi camino hacia mi casa, pero no encontré mi casa, en su lugar había
una pequeña plaza. Miré a los alrededores y había muchos lugares
conocidos pero otros tontamente cambiados. Llamé por teléfono a mi
esposa, me atendió sorprendida dado que. Según ella, hace mucho que
no hablábamos y que lo nuestro era un tema cerrado.
Busqué
con el celular mis propios datos hasta que al fin di con mi nueva
dirección. Era otro barrio, una zona más cara, una torre muy alta,
privada y extraña. Me dejó entrar el guardia, le dije que había
perdido las llaves. Al departamento pude entrar dado que la puerta se
habría con mi huella digital.
Me
miré al espejo en ese lugar que no era mío y vi que mi cara, mi
cuerpo era otro, era otra persona con el mismo nombre y otra vida, en
otra tierra, otro mundo. Me dediqué a revisar papeles, el equipo
informático en busca de esa vida nueva que no bahía pedido nunca.
Me sorprendí al ver muchas cosas en común, recuerdos similares pero
con variaciones a como los conocía en mi memoria.
De
repente llega una mujer y me abraza fuertemente luego me increpa al
grito de “¿dónde estabas?”. Había pasado una semana de la
ausencia de ese otro yo o ese otro simplemente. Le dije que no sabía
que pasaba que antes tenía otra vida, otra cara. Ella me mira y se
ríe. Me dice “lo mismo de siempre”. Se fue a la cocina, yo me
fui al dormitorio.
Era
mi pareja, vivíamos juntos hace unos años, no tuvimos hijos pero si
varios problemas de convivencia, se ve que era un tipo complicado ese
yo impostor, o acaso el impostor sea yo. Cenamos, ella me miraba
fijo, parecía saber que no era el mismo, que era otro ser, otra alma
en ese cuerpo. Me dice: “cambiaste. Me gusta más este otro vos”.
Ha
pasado ya bastante tiempo de eso. La vida se ha encargado de volver a
su rutina en esa nueva vida, ese nuevo empleo, similar al anterior,
esa nueva casa, ese nuevo amor que se complicaba cada vez más.
Nada
cambia aunque cambie el universo que nos rodea.
Martín
Espinoza, 11 de julio de 2022